A unos centímetros del suelo

piesLa vida termina por darte la razón, por explicarte los porqués de todo lo que te ha tocado pasar, los dolores de cabeza, los malos ratos, las lágrimas y sonrisas con las que te tropezaste en el camino.
Siempre he creído que cuando pides un deseo con fuerza, se cumple, pero para que logre tomar forma todo lo que deseas, la energía se tiene que acomodar de maneras que a veces no entendemos. Un camino te lleva a otro y toca caminarlos para poder poner los pies finalmente sobre el que te llevará hacia aquello que le pediste a la primera estrella de la noche.
"Ten cuidado con lo que deseas", me dijo alguna vez una señora que nunca volvió a aparecer por mi vida y como creo en las señales y siempre le encuentro significado a las cosas, me quedé con ese consejo clavado en la memoria. Desde aquel día mis deseos eran más planeados que espontáneos, me preguntaba más seriamente ¿qué deseo?, y recuerdo un día haberme contestado "deseo ser feliz, como sea, con la cara que tenga la felicidad para mi, solamente quiero vivir esta vida tan plenamente y tan larga como se pueda"; la plenitud la tengo, ahora deseo ser la primer mujer del mundo en cumplir los 150 años de edad.
Me gusta vivir y mi peor miedo es morir, porque morir significa dejar de existir y porque, aunque quisiera creer a ojos ciegos que existe algo después de la muerte, por ahora lo que tengo es esta piel y esta alma feérica que me mantiene con los pies a algunos centímetros del suelo.
Y como homenaje a esta vida que tanto agradezco, me bebo con sed el camino que la vida me pinta hacia todo lo que he deseado: lloro de felicidad, río hasta las lágrimas, disfruto igualmente un triunfo pequeño que uno grande, me dejo lamer la cara de mi perra y no me importa ensuciarme ni mojarme con la lluvia. Miro el sol cada mañana y bailo cuando hago de comer, le cuento a mis plantas algunos secretos y le digo "te amo" al oído a mi perrita con la seguridad que si su corazón salta un poquito más rápido es por amor. Tomo la mano de mi esposo lo más que puedo y le recuerdo lo plena que soy a su lado todos los días al llegar a mi mente aquel deseo que lancé al universo cuando aún no sabía cuál sería la cara de mi felicidad. Con todo y eso fui feliz, y sigo siéndolo, en mi camino hacia ella. Al final la felicidad no es una meta sino una forma de vivir.