Cosas vienen, cosas van

Así como el mar se lleva las huellas de los que alguna vez pasaron por ahí buscando dejar un rastro, así como el viento sopla en diferentes direcciones llevando el polen de las flores a nuevos parajes, así como la luna llega cada noche diferente a la anterior y el sol se esconde entre nubes de algodón anunciando fresca brisa de verano. Así pasa la vida, pasan las cosas, acaban momentos, comienzan a trazarse caminos que se mantenían en bocetos, continúa la respiración y el baile ameno de este paso por el mundo.

El pasado es parte del presente e importante sazón para el futuro pero aferrarnos a él no trae más que frustraciones. “Let it Be” dicen los Beattles, y con esa frase llega la fluidez de amargos momentos que al igual que las hojas en otoño caen prometiendo un nuevo florecimiento. Cerrar ciclos, cerrar libros, opresiones y determinaciones que desembocan en el mismo caudal de un río que ya tiene un rumbo. Tomarse de la rama que sostiene por un tiempo no es más que postergar lo inevitable, no es más que tomar un respiro profundo para, eventualmente, regresar al mismo cauce que con más fuerza nos arroja a nuestro destino. Nadar contra corriente es la muestra fehaciente del miedo a enfrentarnos a lo nuevo, a lo inesperado. Abrir los brazos a la vida, dar la bienvenida a las corrientes que viajan bajo nuestros pies suspendidos sobre el piso, tomar decisiones y poner cara brava a las inclemencias, dejar que los hilos que moderan nuestros movimientos tomen su escenario y hagan un “solo”. La vida es una parada de bus en donde se pueden tomar diferentes direcciones, hay veces que debemos tomar uno para llegar a la parada por donde únicamente pasa aquel que llevamos esperando por largo tiempo. Cada bus es diferente a los demás, en algunos el chofer maneja con precaución, en otros es un loco maniático que tensiona y acelera el corazón. Unos son pequeños y vamos peleando por un milimétrico espacio que nos quite la asfixia, en otros podemos hasta tomar dos asientos y tomar una rica siesta. Muchas veces se nos pasa la parada y debemos bajarnos para tomar otro que nos lleve de regreso, algunas otras nos deja justo en la puerta de la casa. Simplemente hay que saber que lo importante no sólo es la parada final sino todo el camino recorrido, las experiencias que dentro de aquellos buses tuvimos, los malos momentos que nos hicieron bajarnos antes de tiempo o incluso los que nos volvieron perseverantes y mantuvieron nuestros pies bien plantados y nuestras manos aferradas al tibio tubo que nos dio seguridad. Lo gratificante es saber que pasamos en frente de varias paradas, que pudimos haber tomado un taxi, pero que al final del día la intuición y ese cauce persistente nos dejó justo en el lugar que siempre soñamos bajarnos.