De picnic con la felicidad

Desde que soy pequeña, mis padres me dieron una difícil encomienda: “Tu única obligación es ser feliz”, me dijeron, y con eso me prepararon para la tarea más compleja de la vida.

¡Cómo es que es tan difícil ser feliz! No lo podemos cambiar, es más fácil estar triste que estar feliz. La vida, continuamente, nos da estímulos que nosotros escogemos para convertirlos en felicidad o tristeza. La felicidad no se trata de sentirse pleno constantemente. Quien diga que así se siente, es mentiroso. Nadie se puede sentir feliz todo el tiempo, nadie puede no tener ningún tipo de angustia, ni de miedo ni de frustración.

Somos seres que necesitamos conocer el valor del dolor para comprender el valor de la felicidad. Muchos confunden la felicidad con alegría, otros piensan que no se puede sufrir y ser feliz a la vez.

Están equivocados. La felicidad es como un mantel, un gran mantel de cuadros sobre una pradera soleada, con vino, quesos, frutas, chocolates para darnos un gran festín.

Pero el mantel se ensucia, a lo mejor a alguien se le cae una copa de vino sobre él y el mantel se mancha terriblemente. Algunos arruinarán tan maravilloso día por una mancha, que es probable que no se borre para siempre, otros disfrutarán de su picnic a pesar de la mancha.

La felicidad es aprender a seguir con nuestra vida, apreciando lo que importa, por encima de sus imperfecciones.

Por eso es tan truculento ser realmente feliz. Porque quienes tomamos la decisión de serlo, tenemos que aprender a no clavarnos en la mancha del mantel, a dejarla ir y a brindar con quienes compartimos ese preciso momento, que decidimos llamar perfecto. La verdad, lo es ¡a quién le importa una pequeña mancha, cuando hay tanto para valorar en un día de picnicsoleado con la gente que amas!

La tristeza es una mancha en nuestro mantel. Una mancha que, es posible, no logremos olvidar por completo. También es posible que esa mancha no nos permita enfocarnos al cien en disfrutar el momento, pero lo que no podemos permitir es que la mancha tenga tal poder como para arruinar el picnic. Nuestra meta final será borrar la mancha con nuestra mente o verle forma de un lindo corazón.

Sea lo que sea que nos suceda en la vida, todo es cuestión de actitud. Todo se trata de cómo nos levantamos por la mañana, qué pensamientos fomentamos, cuánto amor damos y tenemos la grandeza de recibir sin peros. Como aquel perro chihuahua que se siente lo suficientemente poderoso para marcar su territorio frente a un gigante de los Pirineos. Así somos nosotros, tan grandes como creemos que somos.

Se necesita oscuridad para ver las estrellas, se necesita la noche para que llegue el Sol, sin embargo, en la noche no solo brillan las estrellas y la luna, sino que cantan las chicharras, la arena adquiere toques plateados… Si aprendemos a encontrar las bellezas de nuestra propia oscuridad, entonces encontraremos, también, el luminoso camino hacia la felicidad. Namaste.

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