Medita para conectar

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La práctica de la meditación tiene muchas interpretaciones. En el camino, cada quien encuentra la suya, sus métodos y formas para acceder al estado más feliz que cualquiera pueda imaginar.

Encuentro muy importante comprender que meditar es conectar con ese ser energético que somos, una extensión de nuestro ser superior, creado a imagen y semejanza y, por ello, tan poderoso como él mismo.

No deseo atropellar con conceptos que contradigan los paradigmas que nos han implantado. Mi intención es dejarles lo que, creo, es lo esencial saber cuando buscamos meditar.

Como bien lo dije ayer, meditar no es concentrarse ni poner la mente en blanco, mucho menos irse a un planeta lejano. Meditar es sacarle la última gota de jugo al eterno momento presente.

La respiración es una parte vital de la meditación. La respiración es el hueso con el que la mente se entretendrá mientras accedemos a nuestro más alto nivel de conciencia. Para ello es importante una postura que permita respirar con fluidez.

Si mantienes tu mente en la respiración, le restas energía para pensar compulsivamente. No te rindas. Al principio es más difícil enfocarte en tu respiración que cuando practicas con regularidad. Por eso, lo importante, es empezar y actuar como un guerrero que no se rinde hasta no obtener lo que busca: la máxima conexión.

Comienza poniéndote metas realistas. No pretendas meditar cinco minutos la primera vez que abordas una práctica de meditación. ¿Dije cinco minutos? Sí, leíste bien.

Cuando yo comencé a meditar, hace poco más de diez años, podía mantener mi mente en la respiración, a veces, por menos de un minuto. Ahora medito tres veces al día por media hora a 45 minutos cada práctica. Es cuestión de persistencia.

No te voy a engañar, es una tarea que requiere disciplina, hábito y compasión ante los resultados. La buena noticia es que entre más lo practiques verás más rápido los resultados.

Intenta sentarte en una postura cómoda. La ideal es flor de loto, espalda recta, relajada, manos sobre el regazo, ojos cerrados, vista interna hacia el entrecejo, tu tercer ojo, o la punta de tu nariz.

Observa tu respiración. Trata de que la inhalación sea del mismo largo de la exhalación.

Procura sentir tu cuerpo desde adentro, procura sentir la energía de tu cuerpo. Cuando llegue un pensamiento: la cuenta que hay por pagar, la cita de más tarde, la rutina del gimnasio, sólo regresa tu atención a la respiración y déjalo ir.

Es posible que te enganches en los pensamientos y los alimentes, es posible que, sin darte cuenta, te quedes un momento largo en un pensamiento determinado. En el momento en que recuerdes que estás tratando de meditar, no te juzgues ni te frustres, solamente regresa la atención de tu mente a tu respiración.

Date un regalo: intenta meditar todos los días por un determinado tiempo. Cúmplete y verás los prontos avances. Ser compasivo contigo mismo es fundamental.

En mi columna de mañana te daré todos los beneficios que traerá a tu vida esta mágica disciplina. Namasté.

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