Aprendizajes para iluminar el alma

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La vida es una recolección de instantes, que si nos los perdemos al ser arrastrados por la mente compulsiva, nunca regresarán.

Ayer me llevé un aprendizaje importante que quiero compartir con ustedes. Mi compromiso a este camino me obliga a mantenerme atenta de mis emociones, de mis reacciones y mis pensamientos.

Para cuando comenzó un concierto de Julieta Venegas al que asistimos nadie me bloqueaba la visión. Me encontraba en un puesto privilegiado que, además, pensaba mantener.

Una chica llegó y se paró justo frente a mí, según yo tenía colonizado mi espacio, ¿quién se creía ella para llegar y embutirse en ese espacio y taparme la visión?

La sangre me hirvió y al encontrarme con dos chicas más —un claro: no somos machos, pero somos muchos— nos unimos cuales fieras y pelamos los dientes. Me comporté de forma grosera, mi energía por completo desbalanceada, mi respiración agitada y un cosquilleo me corría por el cuerpo; me sentía irritada.

Ella tampoco respondió bien, según ella estaba allí antes y sólo se fue por un momento. Mi sangre hervía más aún, yo no la había visto, era mi espacio y no el de ella.

Mi mente: “Quién fregados se siente esta tonta, si se fue, pues se fue, no es su auditorio”, así, pasé algunas canciones con el entripado, viendo su cabeza en vez de  a Julieta.

Entonces callé a mi ego desesperado por ser el primero en todo y comencé a respirar y a entender que ese tampoco era mi auditorio y que al hablarle de forma petulante, sólo logré una respuesta parecida, ¿qué pretendía? Con esa actitud mía no lograría nada más que sentirme mal yo.

Era un hecho, me sentía incómoda, no sólo por haber sido grosera y de tal forma haber ido en contra de todo el trabajo de conciencia que a diario realizo, sino porque no tenía ninguna razón para sentirme así. Al final me encontraba en un concierto lleno de gente en donde si hay un espacio vacío será tomado por alguien más.

Sentí ganas de ofrecerle una disculpa, pero mi ego no me lo permitía, seguía sosteniendo argumentos idiotas que tuve que callar y en un despliegue de engaño al ego, coloqué mi mano sobre su hombro. Ella volteó y me miró, yo creo esperando otra actitud de hembra petulante, me acerqué a su oído y le dije “quiero ofrecerte una disculpa porque fui grosera contigo”, ella sonrió y ofreció la disculpa de regreso.

Volteó nuevamente al escenario y, en verdad no sé cómo, porque el lugar estaba repleto, optó por una postura que me abrió nuevamente la visión.

Fue instantáneo, me sentí mejor, sentí mi energía fluir,  mi enojo irse por la basura, comencé a disfrutar nuevamente el concierto y me sentí orgullosa de mí misma.

Actuar desde el amor no sólo toca a quien lo recibe, sino a nosotros mismos. El ego es el peor consejero, siempre querrá ser primero y, la verdad sea dicha, nunca se siente bien pasar por encima de alguien para ser primero.

Hoy es #ViernesdeMeditación los invito a que conectemos y renazcamos juntos a una vida más plena y compasiva. Puedes dar clic si estás en la versión web o copiar la dirección en tu navegador: www.alasdeorquidea.com/renacer/

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